La lámpara meravigliosa...

Siempre encontré una excusa para cruzar aquella puerta. Podía acallar las numerosas voces que se oponían con un solo segundo rescatado de mis recuerdos. Diría que incluso necesitaba llevarme de vez en cuando la contraria, o simplemente era adicto a sentir el corazón en la garganta desde la alfombrilla de mi coche hasta el felpudo.
Me tendí allí, sin más lecho que el suelo ajedrezado. Entrega de peones para llegar a la reina.
Entendí que aquella lámpara, aquella inútil lámpara por alumbrar más apagada que encendida, no era más que la síntesis de toda la historia.
Amalgama de caminos que se ramifican a medida que crecen buscando dar su propia luz. No importa cual elijas, acaba irremediablemente demasiado lejos de cualquier otro. Divergencia inevitable.
Palabras apagadas, pasión encendida, encuentros alternos, sentimientos contínuos. Amor de bajo consumo, sobrecargado con cada uno de los besos de tus watios.
Luz oscura sobre la más clara de las oscuridades.
¿El porqué? No lo encenderías.
¿El por qué no? Nadie lo enciende.

Sea como sea, lo recordaré el resto de mi bombilla.

T. Alva Edison.

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