Como siguiendo un cuasi-perfecto ciclo de existencia, y paradójicamente, esta aventura nace con un final.
Al final de una de las tantas etapas que dan forma a mi biografía, me encontré absolutamente perdido, desconociendo por completo cual era mi lugar en la vida, a donde quería ir.. y sobre todo de donde venía.
Son momentos de incertidumbre, de miles de preguntas con un millón de posibles respuestas.
Cuando la mente se te satura de ese tipo de cuestiones, surge la imperiosa necesidad de liberarse. La forma en la que alcanzar dicha liberación depende del tipo de persona y de su carácter.
En mi caso, siempre me he considerado incomprendido. No me siento raro, ni radicalmente distinto... pero sí diferente, como la figura del círculo intentando entrar por la ranura del triángulo.
Seguramente por eso, por mi propia condición, hablar nunca fue la mejor solución. Cuando te encuentras hundido, desorientado, y existencialmente perdido... aún es más evidente el que los demás no pueden entender lo que uno siente. Si alguna vez tratas de intentar explicarte te encontrarás con una predefinida lista de tópicos que quizás por lo manidos, o por lo estandarizados que suenan.. te parecen aire vacío de significado.
En vista de que no resolvería mis problemas hablando con nadie que no fuera yo mismo, comencé a contarme a mí mismo las cosas.
Para no volverme loco hablando sólo (aunque reconozco que a veces lo hago..) lo que se me ocurrió fue escribir lo que se me pasara por la cabeza.
Pronto descubrí que escribir lo que pensaba, lo que sentía en momentos concretos, tenía un doble efecto sobre mí. A veces lo releía varias veces para que la forma, por su belleza o sinceridad, llegase a cautivarme mucho más de lo que lo hacía el fondo, visceralmente cargado de intrincadas emociones.
Por otro lado, escribir me proporcionaba una increíble sensación de alivio. Era como si haber plasmado todo lo que me rondaba la cabeza me ayudase a seguir adelante, como si no pudiera pasar página si no tenía página. Luego descubrí, que todo este proceso es fiel al brillante "Principio del vacío".
Encadenando palabras, frases, párrafos y folios... conseguí que todo cuanto llevaba dentro, al borde del enquistamiento, aflorase de manera parecida a un "lavado de alma".
Comencé a escribir lo que me apetecía cuando me apetecía y porque me apetecía, y a trabajar. Nunca entenderé una baja por depresión, porque conozco pocos métodos coadyudantes para superarla como el trabajo.
Conseguí regalarme un nuevo paso adelante cada vez que escribía, un rayo más de luz al final de tan oscuro túnel, conseguí poco a poco darme la vuelta y mirar hacia adelante.
Así nació terapiadeuno, llamado así porque es lo que escribir ha supuesto para mí, una terapia de grupo de un solo miembro. No renegaré de todas las personas que estuvieron a mi lado en momentos difíciles, porque ser desagracedido nunca ha formado parte de mi personalidad, pero si hay algo que es cierto es que todo proceso de cambio a esos niveles, ha de ser puramente interno, personal, propio...
El dolor engancha, dicen, y te aseguro que es cierto. Como cualquier adicción puede ser tratada, y es recuperable, pero ningún tratamiento de ningún tipo funcionará en alguien que no tiene la intención de curarse.
Es difícil darse cuenta de que uno tiene un problema, pero aún lo es más tratar de mejorar tu situación sin admitir que lo tienes.
Una vez que todo ha ido yendo cada vez mejor, porque cuando tocas fondo no existe otro camino que hacia arriba, la necesidad de escribir sobre mis turbulencias emocionales ha ido disminuyendo progresivamente.
Aún así, y por culpa de gracias a una de las personas que ha cambiado mi vida, he decidido rescatar esa vieja vocación...
Será una etapa esta de recordar algunas cosas pasadas, de comentar cosas presentes, y de anhelar cosas futuras. Cada etapa de la vida ha de tener un significado, y como tal, debemos darle nombre.
A esta parte de mi vida la llamo... Escribiendo.
Gracias por estar aquí conmigo, y que disfrutes.