Cuando hubo terminado de marcar el último número de aquel teléfono, fue cuando comenzaron las dudas. El papel arrugado que sostenía, sólo contenía los nueve números que acababa de marcar. Ningún nombre, ninguna dirección, nada.
El establecimiento de la llamada se demoró lo que pareció una eternidad. Recorrió sus recuerdos de esa mañana tratando de buscar un sentido a todo lo que estaba ocurriendo y que lo tenía de pie en aquella cabina de teléfono con la que estaba cayendo.
Con el primer tono comenzó a acelerársele paulatinamente el pulso. Alzó la vista en medio del diluvio escrutando la calle por si alguien estuviera observándole, era fácil deducir que de encontrar a alguien probablemente lo estaría haciendo porque soportar el aguacero que jarreaba en ese momento la calle exigía un poderoso motivo para permanecer en ella. No halló a nadie.
El segundo tono lo cogió abriéndose la chaqueta para guardar en el bolsillo interior aquel pequeño y arrugado papel que era todo cuanto tenía en ese momento para seguir adelante. No era diferente de cualquier desgajado trozo de folio blanco, solo contenía nueve dígitos, no era conveniente que el diluvio echara a perder su única pista.
El tercer y cuarto tono aumentaron más sus dudas. Empezó a preguntarse si alguien jugaba con él, si querían ponerle nervioso, e incluso llegó a pensar si aquellas cifras corresponderían realmente a un número de teléfono, porque nadie le había dicho nada al respecto. La persona que había deslizado ese trozo de papel por el quicio de la puerta de su pequeño y ahora inseguro apartamento ni siquiera se había dejado ver, y teniendo en cuenta el estado en el que había dejado el interior, quizá fuese la mejor de las noticias de aquella nefasta mañana.
- Vamos, vamos…. Vamoooosss!! – se dijo a sí mismo en voz baja mientras sonaba el quinto tono. Por un momento consideró la posibilidad de no hallar respuesta, tendría que seguir intentándolo ¿qué iba a hacer sino? .
El sexto tono alimentó más su desesperanza, sólo quedaban dos más antes de que la operadora diera por imposible la conexión y pensar en el siguiente paso se antojaba ya necesario. Debería de ir a buscar a Robert, tenía que advertirle también de lo que estaba ocurriendo si es que alguien no se lo había hecho saber de igual manera que a su propio apartamento. En ese momento era la única persona que podía ayudarle.
El séptimo tono se interrumpió de súbito. Su respiración de interrumpió repentinamente, sus ojos se abrieron expectantes, a la espera de la voz de su interlocutor, tragó saliva con dificultad…
- ¿David? ¿Eres tú?.....
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