Entre lobos

"Yo era muy pequeño, tenía 6 años, cuando un día... antes de que anocheciera se presentó un hombre que yo no había visto nunca. Le dió un dinero a mi padre, me cogió por los brazos, me subió a su caballo... y partimos. Mi padre... me había vendido... como se vende una cabra."

Así relataba Marcos Rodríguez Pantoja, el inicio de su increíble aventura. Y es que Marcos, es uno de los muchos niños salvajes de los que se ha tenido constancia a lo largo de la historia, quizás distinto por no haber vivido en ningún recóndito lugar del mundo, en ninguna perdida isla del Pacífico tras un naufragio o un accidente aéreo, sino en Sierra Morena... en el seno de nuestra península ibérica, en un tiempo tampoco nada distante, nada menos que en los años 60. Por la cercanía geográfica y temporal, es especialmente llamativo su caso, casi tanto como curioso que todavía "casi hoy" puedan ocurrir cosas como las que le ocurrieron a él.
Marcos fue vendido por su padre, como se vende una res, una pieza de ganado... o un perro cuando se convierte en una molestia, en un estorbo. Fue vendido a un pastor de Sierra Morena, que se lo llevó consigo para que le sirviera de ayuda en su labor.
Con el pastor, Marcos aprendió a cuidar a las cabras, a cazar, a buscarse la comida y sobre todo a estar solo. La vida de los pastores entonces era mucho más huraña y dedicada, vivían muchas veces en cuevas, y ejercían su labor muy lejos de todas partes. Estando un día en su cueva, el pastor le dijo al niño que no se moviera, que iba a cazar algo para la cena... pero nunca regresó.
Marcos estuvo desde entonces completamente solo.
Un día escuchó ruidos tras unas rocas, al acercarse encontró varios lobeznos. Les llevó comida y se puso a jugar y a revolcarse entre ellos. Cuando la loba apareció le lanzó un mordisco y Marcos huyó. No dejó por ello de acudir de vez en cuando a ver a los pequeños, con los que se había divertido y en los que había encontrado compañeros de juego.
Cuando la loba volvió a encontrarle con ellos, Marcos se fue al fondo de la cueva entre el temor y la espera de un nuevo ataque por su parte. Pero la loba cogió uno de los trozos de carne que había traído y lo soltó delante suya. El niño estaba confundido y no supo qué hacer. La loba comenzó a acercarle la carne con el hocico, hasta que estuvo tan cerca que Marcos la abrazó.
A partir de entonces fue llevándoles comida y jugando con ellos, erigiéndose como líder de la manada. Comenzó a formar con ellos grupo de caza, los lobos azuzaban a las presas hacia el río donde Marcos les daba muerte, cazaba conejos con utensilios fabricados por él mismo, construía trampas para peces... y estrechaba los lazos con aquella familia que había encontrado casi azarosamente.
No eran los únicos, también recuerda Marcos, al que se le dibuja una nostálgica sonrisa en el rostro al recordar aquello, a una serpiente a la que encontró en la cueva y a la que ofreció leche. Desde entonces siempre creyó en la amistad de aquel reptil que nunca mostró el mínimo indicio de violencia con él ni los lobeznos, y dormía entre ellos.
Era capaz de aullar como los lobos, de comunicarse con ellos, de entender los gestos de todos los animales que le rodeaban, se había integrado totalmente en su mundo. 
Marcos fue detenido por la Guardia Civil, alertada por un campesino que le había visto, cuando ya contaba 19 años. Tenía el pelo largo por la cintura, la piel curtida como el cuero basto, las manos y pies callosos, un marcado olor a los mismos lobos con los que compartía su vida, se movía como ellos, reaccionaba como ellos... 

Fue llevado a Madrid con unas monjas, que lo adecentaron y cristianizaron, para mandarle posteriormente a cumplir el servicio militar. Fue carne de cañón. Sufrió humillaciones, vejaciones, se rieron de él... fue un martirio el licenciarse. Cuando lo hubo hecho, marchó a buscar trabajo a Mallorca, donde nuevamente se topó con gente que lo maltrató, le humilló, le despreció, e incluso allí llegaron a declararlo inútil para el trabajo.
" me declararon inútil para el trabajo,¿te imaginas? a mí, que he vivido 12 años sin más ayuda que la de mis manos, que sé cómo llamar al lobo para que me ayude, que he superado todas las dificultades que me impuso la vida, me dan como inútil..." explicaba Marcos, con una expresión a medio camino entre la indignación y la condescendencia en la cara. Su sueño siempre fue volver a vivir entre los animales.


Marcos es hoy una persona reinsertada en nuestra sociedad, que no es la suya, asegura sentirse incómodo entre las personas porque son mucho más dañinas, mucho más hipócritas y mucho más desagradecidas que los animales.
Su historia ha inspirado una película, dirigida por Gerardo Olivares e interpretada por Juan José Ballesta, llamada "Entre Lobos" y verá la luz en Otoño. Para rodarla, Olivares quisó llevar con él a Marcos y filmar como es su relación con la naturaleza.
Cuenta como al llegar al monte, Marcos practicamente se olvidó del grupo que le acompañaba, y como respondiendo a una irrefrenable llamada de la naturaleza echó a correr entre la maleza. Los animales se le acercaban, le olían, le rodeaban, él se revolcaba por el suelo con ellos. Bebía agua del río como solo puede beber quien se ha criado entre alimañas, rebusca hierbajos para imitar el graznido de la perdiz,  se sube a una roca, aúlla como los lobos... éstos se acercan, le rodean. El mira al resto y dice con una sinceridad sobrehumana.. "Los animales son mejores que las personas".

Y yo, testigo mudo pero emocionado de toda esta dura pero conmovedora historia, me da por pensar en cuanto no nos habremos perdido, cuanto nos hemos dejado en el camino como especie,  cuantas cosas se nos han olvidado, en cuanto a capacidades, en cuanto a aptitudes,  cuantas cosas hemos dejado de querer conocer, sobre la Tierra que un día nos meció entre sus brazos al darnos la vida.
Y a la vez me pregunto, si en realidad no nos habremos equivocado en algún momento del camino, si no habremos tomado en algún punto... la dirección equivocada.

Gracias Marcos, por hacerme sentir menos hombre.

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