¿Y tú de quién eres?

El otro día me encontré en la revista MUYinteresante, un crusioso estudio sociológico en el que le preguntaban a los encuestados cual sería el deseo que elegirían si les fuera concedido. El resultado lo habían estructurado en dos columnas en las que se diferenciaban los deseos tangibles (materiales o asequibles) de los intangibles (a priori imposibles o no materiales).

Los resultados de la primera columna parecían bastante homogéneos, casi todos los preguntados habían deseado ser reconocidos y adorados mundialmente (Celebridades) o poseer alguna forma de riqueza material (Archimillonarios, dueños de imperios).
De la segunda columna es curioso que los dos deseos más citados eran el de volar (sin ayuda de ningún mecanismo, de forma natural) y el de ser invisible.
Me llamó la atención ese resultado, pero sobre todo lo más interesante me pareció la reflexión que se puede hacer de ello.
Yo creo que si formulásemos la pregunta de manera distinta, como por ejemplo ¿si pudiese elegir qué preferiría... volar o ser invisible? se podrían intuir rasgos de la personalidad de las personas.
Porque, si lo pensamos detenidamente, en realidad ser invisible sólo sirve para hacer el mal. ¿Qué haríamos siendo invisibles? ¿Colarnos en el vestuario de las chicas? ¿Escuchar lo que se dice de nosotros cuando no estamos? ¿Vulnerar la intimidad de las personas?
En cambio volar, siempre que sea uno mismo el único capaz de hacerlo, tan sólo representa una búsqueda de libertad total, de omnipotencia ante los demás, de desarrollo de la personalidad saltándose las limitaciones impuestas.
Además, si uno fuera capaz de volar, no querría ser invisible (al menos en mayoría) porque eso mitigaría la magnificencia de hacerlo. ¿De qué sirve volar si nadie puede verte? Sin embargo creo, que cualquier hombre invisible se frotaría las manos ante la posibilidad de volar.

Llámame loco.

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